martes, 31 de diciembre de 2013



La utopía del silencio.

Ayer en la noche, en la cama, no sonaba nada.
Entonces pensé "qué silencio".

Pero la verdad es que había cierta presión en mis oídos, como si el vacío intentara colarse por ellos y ocupar el espacio. Y a los pocos segundos escuché mi estómago. La respiración de mi pareja. La madera que crujió en el piso de abajo.

Y pensé que el silencio no existe. Que para que el silencio exista alguien debe apreciarlo. Y quienquiera que fuese ese alguien, produce soniditos corporales... y mentales. Porque los mentales también dificultan la apreciación del silencio.

Eso debe ser la meditación: lograr silenciar los soniditos mentales. Y quién sabe, quizá incluso los corporales. Pero para quienes no hemos alcanzado un grado de elevada meditación, me atrevo a decir que sólo tenemos el silencio como una utopía. Utopía que -como con toda buena utopía- debemos perseguir con constancia.

Porque en el silencio -o durante su búsqueda- suceden cosas. Inclusive prestar atención a los soniditos mentales o corporales. Mi estómago y mi mente me dicen, me expresan.

Escuchemos, pues.

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